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Grupo de Menores de ASAPA

Cárceles para los niños y mentiras para los adultos.

Cárceles para los niños y mentiras para los adultos.
Grupo de Menores de ASAPA (Asociación de Seguimiento y Apoyo a Presos de Aragón).  
Zaragoza. Octubre de 2006.
Cuentan por ahí que hubo un tiempo en que una de las funciones primordiales 
de la sociedad era la protección de sus niños y su proceso de crecimiento…
…pero hoy, por lo menos aquí y ahora, los focos de la sociedad del espectáculo alumbran un escenario caótico en cuyo centro quedan, desorientados y pasivos, los menores. La eficacia con que el sistema penal y la lógica del control han ido introduciéndose en sus vidas desde los 80 sigue robándoles el dominio de sus propias decisiones. Quienes antes, en sentido amplio, eran objeto de crianza, se convierten ahora en “sujetos peligrosos” o en meros clientes de una maraña de entidades y profesionales del control que decidirán por y sobre ellos. 
Los niños son amaestrados para el mercado y no educados para la vida[1]. En toda pelea individualista sólo estorban los derrotados que se rebelan contra unas normas violentamente injustas. Y los niños acostumbran a responder con sinceridad, sobretodo si la tarea que les encomendamos se limita a comprobar que su vida no depende de ellos. Tienen la manía de observar, captar como esponjas lo que en torno a ellos ocurre y reproducir lo que así se les enseña. La lógica de ese proceso es aplastante, nunca mejor dicho. Responden a menudo a la violencia con violencia, muchas veces demostrando una admirable capacidad de adaptación al hostil medio en que los introducimos[2]. Más que para ser educados, parece que nuestros niños estén ahí para ser desatendidos, manipulados, para crear en ellos necesidades ficticias y superfluas, para ser maltratados y, cuando se revuelvan… para ser temidos. Los niños crecen irresponsabilizados pero acusados, hipermotivados pero culpabilizados. Desorientados; casi tanto como nosotros los mayores.
Niños.
Desde la escuela y en cualquier entorno social, el principal valor inculcado a los chiquillos suele ser la obediencia a normas externas y no la promoción de sus propias capacidades, entre las que siempre serán imprescindibles el control interno y una autoestima que no necesite de heroicidades virtuales para crecer sana. Les sometemos a juicios ajenos que se multiplicarán desde la primera “desviación”, incluso desde su propio nacimiento si éste tiene lugar en una familia excluida. Los excluidos lo son del sistema, no de la sociedad[3], pero a medida que la lógica neoliberal invade el cuerpo social, el drama que vive un tercio marginado de la población es reciclado en próspero negocio que vende entrevistas, fichas, diagnósticos, recetas, informes, audiencias televisivas, propaganda alarmista, sentencias judiciales,... y todo eso sucede alrededor y en perjuicio de los millones de niños que, de un modo u otro, son explotados en este nuestro maravilloso y exportable modelo de desarrollo económico y subdesarrollo social[4]. 
Los millones de niños a quienes impedimos alcanzar los mismos objetivos que previamente les metimos entre ceja y ceja, nos harán saber su decepción, su enfado o su rabia utilizando las maneras que pongamos a su alcance. Son seres asustados, que reclaman ayuda a su manera y sufren el duelo anticipado por una sucesión traumática de fracasos. Pero lo más grave es que también los adultos vivimos asustados, de modo que sólo prestamos atención a los actos más desesperados o brutales, cuando el niño hace lo peor de que es capaz. Vencidos por el miedo a nuestros propios niños, dejamos de mirar a la hermosa criatura para ver al fiero malhechor. El paso del niño a adulto en un ambiente excluido suele verse marcado por el impulso a conseguir lo que ve en el enorme escaparate de nuestra sociedad consumista y por el mensaje sutil y contradictorio que no cesa de repetirles: “jamás lo conseguirás… si no es robando”. 
Al encontrarse con los profesionales que le “atienden”, el niño reacciona a menudo con rechazo porque ya ha vivido la misma escena en varias ocasiones. La interiorización del fracaso, la frustración que ello produce, dejan al niño en un estado de indefensión y fatalismo que explica perfectamente esa torpe queja de educadores y profesionales varios: “este niño no se deja ayudar”; o peor todavía: “con este niño no se puede trabajar”; o peor: “este niño me amenaza, es un peligro, no hay nada que hacer con él”.
Miedo.
Cuando la desgracia se consuma, el telón se levanta y el dedo acusador de la opinión pública señala a los niños como culpables. Ya no aparecen en pantalla los centenares de miles de necesitados, en entornos degradados, con carencias y abusos que violan sus derechos desde el principio, fruto de un grave fenómeno estructural. Ya no son niños en peligro, porque un caso entre cien sirve para colgarles el cartel de peligrosos y seguir reclamando que el negocio político y económico del sistema penal crezca en torno a ellos. La comunicación masiva se centra en los casos excepcionales y los generaliza como si cada adolescente fuese un asesino esperando su oportunidad. El resultado: más cárcel para todos. 
El niño que comete una atrocidad es chivo expiatorio mediático, y el niño pobre institucionalizado es chivo expiatorio social. A la fatalidad del nacimiento en la pobreza se une así la criminalización de esa pobreza, y a ésta se añade la rentabilización del internamiento: “no se preocupen, que los barreremos de las calles. Con ellos y con parte del presupuesto público, generaremos empleos para trabajadores que controlarán a los niños y alimentarán los ingresos de un atajo de empresarios”[5]. Hablamos de un despropósito intolerable, despótico y cruel, y queremos recordar que se trata de un asunto tan importante como desapercibido. Mientras en televisión se nos repite hasta la saciedad el caso más siniestro del mes, las leyes se siguen endureciendo para todos y las cárceles de niños se reproducen. 
Insistimos: la desigualdad estructural galopante, la educación en el individualismo, el consumo y la violencia o el tratamiento penal de los chavales de hoy son la materia prima que produce nuestro futuro como sociedad[6]. Y no es buena señal que nos veamos obligados a repetir tan a menudo una perogrullada como ésta. 
Legitimación y alarma.
¿Por qué los comportamientos “delictivos” de los chavales se han colocado, ahora ya descaradamente, en el centro del escenario? El teatrillo político y los medios de comunicación masiva han promovido una sensación de alarma social cuya respuesta en esos mismos medios consiste en una demanda apremiante de fortalecimiento (en cantidad y en intensidad) de las instancias del sistema penal que digieren a estos chavales y los etiquetan como “irrecuperables”. Suele emplearse la expresión “carne de cañón”, casi siempre pronunciada por los operadores del propio “cañón” institucional. En realidad, la diferencia entre la cantidad y el tipo de delitos difundidos por los medios y los cometidos realmente es abismal, demostrándose así que la redicha alarma social carece de base[7]. Aunque la delictividad, ni siquiera medida desde parámetros oficiales, para nada presenta los aumentos señalados por el discurso político o mediático, la alarma se mantiene. 
Por tanto, la pregunta es: ¿qué llave abre la puerta de la alarma social? El miedo colectivo pretende disculpar y legitimar un recrudecimiento represivo en todas las instancias del sistema; esto no es particular en el Estado español, se reconoce en un ámbito internacional. 
Asimismo, y como ocurre con los adultos[8], el encarcelamiento de la nueva pobreza legitima simbólicamente unas desigualdades sociales que nadie podría tener por justas si la televisión no demostrara día a día que los “pobres malos” son más malos que una pedrada. ¿Y por qué ese énfasis en los menores? Quizá porque los niños aportan a todo esto un valor añadido. La vulnerabilidad objetiva de su situación sirve de excusa para que decenas de profesionales sociales se ocupen de sus cuerpos y los eduquen, castiguen, describan, entretengan, estudien, diagnostiquen, contengan,… para que los “salven”. El sistema que provoca y difunde la alarma social también da a luz un sinnúmero de fundaciones y empresas concesionarias que pretenden acabar con ella a un módico precio, que pueden “barrer las calles”[9]; esto es, no limpiarlas, sino empujar la “suciedad” a rincones donde casi ni molesta, donde resulte poco menos que folclórica. 
En Zaragoza[10], la imagen de la cárcel de niños viene siendo la de un agujero negro, algo similar al limbo, y su función sigue siendo la de apartar al sujeto de la realidad. No importa dónde están los elementos que ya no están en las calles. La cuestión es que ningún suceso trascienda y escandalice: la función primera de la institución es la invisibilización.
Negocio.
El sistema aplica a los menores en situaciones carenciales un principio económico similar al de la punición de los adultos (e incluso más sofisticado). Demuestra que el niño cuya existencia está de más puede ser rentable y habrá de ser explotado si se le conduce por un camino de maestros, educadores, integradores, animadores, psicólogos, trabajadores sociales, abogados, fiscales, jueces, policías, “seguratas” y administradores varios dedicados a ejercer, además de sus tradicionales funciones, otras de control penal en distintos niveles y grados. En lugar de JUSTICIA SOCIAL, el sistema entrega a los chavales a este colectivo, en su mayoría forzado a satisfacer las razones de quien le paga y no las necesidades de sus clientes, los chavales. ¿Os suena la frase “quien paga manda?”[11]. 
De todas las formas modernas de gestión del delito, la cárcel es una de las más inhumanas, máxime cuando los encarcelados son menores. 
Contra los niños se ha aplicado los castigos de aislamiento prolongado, el uso de armas por los policías privados que los vigilan, el ejercicio constante de autoridad por parte del personal de entidades privadas o el empacho de psicofármacos para su neutralización[12]. Pero también es una de las más rentables: quizá ningún otro destino de gasto público conserve tanta rentabilidad política como la de construir cárceles y llenarlas de “malhechores”. Asimismo, pocos sectores emplean a tanta gente y generan tanto negocio como la seguridad y el resto de industrias que regentan las prisiones, con el preso cotizando a 90 euros diarios si es mayor de edad… ¡y más de 300 euros al día si es menor! 
La gestión del Centro de reforma San Jorge de Zaragoza fue concedida en tres ocasiones a la empresa Arquitempo, que no realizó proyecto educativo alguno en tres años pero era muy “competitiva” en costes[13]. Únicamente tras una huelga de educadores y múltiples denuncias que saltaron a las páginas de la prensa local fue rescindido el contrato. La gestión se concedió a la Fundación para la Atención Integral del Menor, entidad que continúa el trabajo en una nueva y moderna cárcel inaugurada recientemente. 
Pero si a la administración le resultan tan caras las cárceles (tanto o más las de niños), ¿por qué no buscar alternativas más baratas, más eficaces con los fines confesados y menos crueles? ¿Por qué resulta preferible invertir todo ese dinero en sistema penal cuando podría invertirse en justicia social? Porque el encierro, como hemos dicho, es también rentable para el teatrillo de la democracia. Incluso dentro de este mismo sistema, desde la perspectiva más reformista, puede argumentarse sin error que un euro de gasto social es cien veces más eficaz que un euro invertido en seguridad y castigo. Las desigualdades sociales (y sus responsables) son mucho más culpables que los chavales, no lo olvidemos. Pero la ley de oro del neoliberalismo pone cualquier necesidad humana a disposición del interés mercantil, como si eso fuese natural. 
No es natural, ni digno ni inteligente educar a un niño para la participación disciplinada en una sociedad insolidaria y violenta[14]. No obstante parece que, dado el rápido crecimiento del entramado de iniciativas sociales que “trabaja con” los chavales, el dinero invertible en justicia social lo pierde la sociedad entera y el dinero invertido en el sistema penal lo gana algún que otro bolsillo de empresario emprendedor[15].
Aquí y ahora.
Con este panorama, las reformas que se avecinan han vuelto a elegir más cárcel, para castigar más y encerrar durante más tiempo[16]. Se castigará, incluso más que a los adultos, la comisión de delitos en compañía (¡prácticamente todos!), no sólo en bandas pretendidamente organizadas[17]. Todas las penas se endurecen y se prolongan[18]. Los menores podrán ser encerrados en prisiones de adultos casi automáticamente a los 18 años[19] y, en caso de duda sobre su edad, el chaval ingresa en prisión “por si acaso”[20]. 
Pero ninguna verdadera reforma penal se queda en el cambio legal-formal. Exige también cambios en la práctica penitenciaria, en su mayoría habilitados por la promulgación del Reglamento de la ley del menor, que es algo así como el “enlace” entre las palabras de la ley y las prácticas cotidianas dentro del sistema penal. El reglamento fue aprobado con ¡cuatro! años de retraso. Entre otras “minucias” y pasándose por alto toda declaración de derechos del menor[21] o toda recomendación europea[22] al respecto, permite una variedad de abusos entre los que podemos destacar el uso de armas dentro de los centros, la humillación, las incomunicaciones, la independencia del propio centro para decidir arbitrariamente acerca de las sanciones, visitas, comunicaciones, salidas,… en resumen: se pone en “negro sobre blanco” un número de violaciones de los derechos de los niños que ya venían practicándose y se abre la puerta a otro número de intolerables agresiones a su integridad física y psíquica[23].
A día de hoy, el número de niños y niñas en “centros de menores” ronda los 2.700[24].
En el caso de Zaragoza, no mucho tiempo después de la apertura de una sección anexa dedicada a aislamientos en el Centro San Jorge, se construyó una cárcel nueva con modernos dispositivos de seguridad (“domótica”, lo llaman) y 69 plazas[25]. Una réplica, por fuera y por dentro, de la macrocárcel de Zuera. Cualquiera puede imaginar que ni el edifico (que ha costado más de 14 millones de euros) ni su gestión son baratos: una suerte para las empresas que consigan aprovechar cada una de esas partidas presupuestarias. Pero la pregunta es: ¿quién pagará finalmente las consecuencias de esta política penal? ¿La vida de quién se irá al traste cuando la supervivencia dentro del encierro masificado se convierta en una frustración sin salida? ¿Cuál será el coste de la contención que entonces se venderá como única salida? ¿Sobre quién recaerá?
La lógica carcelaria sigue inquebrantable en sus principios clásicos y nos conduce a interpretaciones enfermizas y retorcidas de la realidad. Con el beneplácito de una mayoría social, la cárcel de niños de Zaragoza ha sido inaugurada y se llenará. Es una de las más grandes construidas en el Estado español. 
Si no lo evitamos, habrá más cárceles que (podemos apostarlo) también se llenarán. La democracia capitalista en el Estado español ha triplicado el número de presos en menos de tres décadas.
Nuestra respuesta.
Todo esto ocurrirá SI NO LO EVITAMOS, en primera persona del plural más plural posible, empezando a trabajar por los de abajo y los que por ellos tomamos parte. Un cambio como el que urge hoy exige generosos esfuerzos de participación y trabajo comunitario, procesos colectivos verdaderamente políticos y profundos cambios de mentalidad. Del hogar al vecindario. Desde la escuela y en las calles. Todo lo contrario a las “leyes cívicas” que criminalizan, castigan, desalojan y expulsan a la chusma; todo lo contrario a los grandes eventos que disfrazan la especulación y la distribución de la pobreza con pancartas de “progreso para todos”[26]; todo lo contrario a la decena de centros de menores construida en un lustro en Madrid. 
Siempre existieron dignísimas muestras de que ese trabajo comunitario es, además de posible, infinitamente más justo y útil: por lo menos tantos ejemplos como firmas denuncian el endurecimiento progresivo de la ley penal de menores[27]. 
En medio de la confusión que alimenta al discurso de la seguridad ciudadana, lo único claro es que el sistema reparte cartas marcadas en un paisaje de consumidores y consumidos: según la cuna en que se nazca, unos crecen en la opulencia, otros entre rejas y el grueso de “clase media” trabaja para los primeros controlando a los segundos. No está “de moda” decirlo, pero sí practicarlo. Más que nunca. Ahora bien: en ese reparto arbitrario no se agota la decisión personal. Hay quien decide incorporarse al ejército de salvación[28] para vivir sobre las espaldas de los consumidos, en la perversa tarea de salvar el trasero de la amenaza de la precariedad, y hay quien, dignamente, sigue intentando ser crítico con la institución y trabajar, más allá del salario y con lealtad a sus “clientes”. 
 
Tomemos parte, por lo menos, por esa última propuesta. 
Trabajemos por convertir nuestra sociedad en una sociedad digna. 
Dibujémoslo una y otra vez, hasta que se convierta en nuestra obsesión (Lolo Rico).
 
Grupo de Menores de ASAPA (C/Barrio Verde nº 10, Zaragoza). 
 


[1] Área de Educación, Exclusión y Menores de Madrid. “El libro de los encuentros 3. Educar para la vida o amaestrar para el mercado”. Madrid. Asociación Cultural Candela ( www.nodo50.org/candela ). 2005.

[2] Enrique de Castro: “Dios es ateo”. Quilombo. Madrid. 1997.

[3] Gerardo López Hernández: “Condición marginal y conflicto social”. Talasa. Madrid. 1999.

[4] Taifa-Seminario de economía crítica. “La situación actual de la economía española”. Barcelona. Informes de economía nº 1. 2005 ( http://www.sindicatocobas.org/docus/taifa1.pdf ).

Informe Cáritas ( http://www.heraldo.es/heraldo.html?noticia=159409 ;

http://www.heraldo.es/heraldo.html?noticia=159471 ;

http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=238123 ).

[5] El ex-ministro de Justicia del gobierno español, José María Michavila (El País, noviembre de 2003), manifestó esta lamentable opinión: “la riqueza atrae a la delincuencia; ocurre en todas partes”. Nosotros le respondemos: “La riqueza injusta es el primer delito y produce esa delincuencia que luego emplea a su favor para acumular más riqueza”.

[6] A. Morán: “Globalización económica y exclusión: ¿adolescentes peligrosos o adolescentes en peligro?”. Centro de Asesoría y Estudios Sociales ( http://www.nodo50.org/caes/articulo.php?p=81&more=1&c=1 ).

[7] “La tasa de delincuencia grave es mínima. Los robos con violencia e intimidación y los delitos contra la libertad sexual no suponen ni el 5% del total” (ASAPA: “La cárcel es un asesinato cotidiano”. Comunicado previo a la marcha a la macrocárcel de Zuera. Marzo de 2006.

http://llaveinglesa.com/alra/more.php?id=515_0_1_0_M ).

En el caso de los niños, pese a que los datos son mucho más difíciles de obtener, podemos decir que la proporción es igual o menor: un 0.2% de homicidios, 1% de delitos contra la libertad sexual, 12% de agresiones,… en todo caso, la inmensa mayoría de delitos es cometida contra la propiedad y la salud pública.

[8] César Manzanos: “Cárcel y marginación social”. Gakoa. Donostia. 1992.

[9]El presidente del Gobierno, José María Aznar, ha anunciado que la lucha contra la inseguridad ciudadana y una política fiscal destinada a tener menos impuestos serán dos de los ejes fundamentales del programa electoral con el que el PP concurrirá a las elecciones municipales y autonómicas de 2003. Queremos menos impuestos y más seguridad, ha dicho Aznar tras subrayar que, desde ahora, el Gobierno va a barrer las calles españolas, con la ley en la mano, de los pequeños delincuentes que amargan la vida a la los ciudadanos” ( CNN+. Septiembre de 2002 ).

[10] Aragón es la Comunidad Autónoma con mayor proporción de presos por habitante en el Estado español.

[11] E. Martínez Reguera: “Pobres niños pobres”, en Rescoldos, revista de diálogo social nº 8, p.118. 2003.

[12] Centro Alternativo de Información sobre niños y jóvenes. Revista Canijín nº 27. Diciembre de 2004, páginas 8, 9, 26.

[13] “El negocio de los niños delinquidos. Un capítulo reciente de la reforma en Zaragoza”, en Rescoldos, revista de diálogo social nº 12. 2005.

[14] César Cascante: “¿Qué escuela? ¿Para qué sociedad?” y Gonzalo Romero: “Educar, tarea política” en Rescoldos, revista de diálogo social nº 12. 2005.

[15] Enrique Martínez Reguera: “Cuando los políticos mecen la cuna”. Quilombo. Madrid. 2001.

[16] La sucesión reciente: LO 5/2000 de responsabilidad penal del menor; su reforma por LO 7/2000 y 9/2000 (¡antes de la entrada en vigor de la 5/2000!); su reglamento por RD 1774/2004 (¡cuatro años después de la ley!) y, próximamente, una nueva reforma (ver: anteproyecto de Ley orgánica aprobado en Consejo de Ministros

(http://www.ub.es/ospdh/investigaciones/Critica%20OSPDH%20al%20Anteproyecto%20Ley%20del%20menor.pdf ).

[17] Párrafo 6º de la exposición de motivos del anteproyecto de reforma; punto 5 sobre artículo 9 párrafo 2).

[18] Párrafos 1º, 7º, 10º de la exposición de motivos; puntos 4, 5 y 6. La práctica totalidad de la reforma se dedicará a endurecer las penas y modificar requisitos y condiciones que contribuyen a ese agravamiento. Para más inri, la exposición de motivos reconoce como motivo de esta reforma… ¡a la alarma social!

[19] Párrafos 1º y 8º de la exposición de motivos; punto 10 sobre artículo 14.

[21] Sobran declaraciones. Señalamos la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989 -CDN, ratificada por el gobierno español en 1997; las Reglas mínimas de Naciones Unidas para la administración de la justicia de menores -Reglas de Beijing, adoptadas por la Asamblea General en su resolución 40/33 de 28 de noviembre de 1985; las Reglas de Naciones Unidas para la protección de menores privados de libertad, adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113 de 14 de diciembre de 1990.

[22] Sobran recomendaciones. Señalamos la Recomendación (1987)20 del Consejo de Europa sobre las reacciones sociales a la delincuencia juvenil; las Normas del Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y de las Penas o Tratos Inhumanos o Degradantes (CPT) del Consejo de Europa (2002. Título VII: Menores privados de libertad. Extracto del 9º Informe General [CPT/Inf (99) 12]) y la Recomendación (2003)20 del Consejo de Europa sobre las nuevas formas de tratamiento de la delincuencia juvenil y el papel de la justicia de menores.

[23] Tortura: “Grave dolor físico o psicológico infligido a una persona, con métodos y utensilios diversos, con el fin de obtener de ella una confesión, o como medio de castigo; cuestión de tormento; (fig:) dolor o aflicción grandes, o cosa que lo produce” (Diccionario de la Real Academia).

[25] El presidente del gobierno aragonés, Marcelino Iglesias, ya “confirmó” la apertura de ese centro “durante el próximo año 2005” en el debate sobre el estado de la Comunidad, el 14 de septiembre de 2004. Claro, que tampoco dudó en referirse a la cárcel de niños como una “actuación en materia social”.

[26] La macrocárcel de Zuera roza el doble de su capacidad. La dirección general de instituciones penitenciarias prevé la construcción de 46 nuevos centros ( http://www.coordinadoradebarrios.org/noticias_ext.php?id=14 );

[27] Coordinadora de Barrios -Madrid; APDH -Andalucía; PreSOS -Galiza; Madres Unidas contra la Droga; Federación Enlace; Coordinadora contra la marginación -Cornellá de Llobregat; Solidarios para el Desarrollo -Granada; Asociación Apoyo; Salhaketa -EH; ASAPA -Zaragoza; ASPAS; PreSOS -Extremadura; Col·lectius joves -La Coma; Centro de Documentación de la Tortura; Colla Xicalla -Valencia; Encuentro en la Calle; Colectivo de Jóvenes -Valencia; APDH -Murcia; Col·lectiu Txinorris -Barcelona; Saltando Charcos -Burgos; La Tavaya -Logroño; Barrio Bajo -Gijón; Alucinos -Madrid; Fantid -Madrid; Candela -Madrid; La Salle-Managua -Palencia;…

[28] Enrique Martínez Reguera: “Exigencia a las ONGs” ( www.coordinadoradebarrios.org/escritos.php ).

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